sábado, 14 de abril de 2012

EL HOMBRE ABEJA de Germán Pardo García

EL HOMBRE ABEJA

Mirábanle salir de su casa lacustre
fija al pie de un gran monte sereno
de su natal país, allá en el sur.
Siempre guardó el sigilo
de sus fugas cinegéticas,
pues se creyó que salía en busca
de la azul cornamenta de algún ciervo
o de la carne de una codorniz.
No supo nadie que él tenía su colmenar propio,
por él mismo labrado con fragantes ceras,
y que en sus doradas cápsulas
él mismo destilaba frutal licor.
Le vieron muchas veces
inclinarse sobre las flores,
y pensaron que las amaba
como ninguno antes allá.
Les succionaba el néctar con ternura
y vertía sus dulces bálsamos después.

Desapareció algún día. Jamás lo recordaron.
Cuando volvieron a encontrarle
destilaba desde sus sienes
otro licor más hondo en el papel.

Os doy testimonio
de haber conocido a este hombre-abeja
en su profundo colmenar, allá en el sur.

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